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“El Concilio Vaticano II ya planteaba la necesidad de «una positiva y prudente educación sexual» que llegue a los niños y adolescentes «conforme avanza su edad» y «teniendo en cuenta el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica».
Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío. Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso.
Esta reflexión que hace algunos años tenía como destinatarias específicamente a las instituciones educativas escolares, en la actualidad se hace extensiva a todas las instituciones de la Iglesia Católica que hoy educan, en especial a las parroquias y a los movimientos. En respuesta a esta inquietud, a la relevancia que ha cobrado la ESI, a los múltiples posicionamientos frente a la misma y al desconocimiento general de la propuesta de la Iglesia surge la necesidad de formar a catequistas y agentes pastorales.

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